miércoles, 14 de agosto de 2013

Prólogo

Bueno, aquí tenéis el prólogo de las aventuras de Markus Johann Zellwegger. Espero que os guste.

Prólogo

                
Abrí los ojos. Todo estaba a oscuras, apenas se podía ver algo. Un tenue rayo de luz entraba por las rendijas que había en el techo iluminaba parcamente la habitación en la que me encontraba. No recordaba donde estaba, ni quién era, ni que había ocurrido.  Sentía dolor, un dolor que me recorría de arriba abajo, pero era un dolor mental, no físico. Cerré los ojos y me concentré en intentar recordar lo que había ocurrido.

Traición. Ese pensamiento rondaba mi cabeza. Parecía ser que eso era lo último que había sentido antes de caer inconsciente. De repente una oleada de odio y furia empezaron a apoderarse de mí, comencé a verlo todo rojo y únicamente tenía ganas de destruir cosas. Hice acopio de todas mis fuerzas mientras intentaba no perder la calma y el control. Necesitaba de toda la claridad de mi mente para poder salir de esta situación. Una vez que había conseguido tranquilizarme del todo y recobrar el control de mis acciones, intenté obtener alguna pista, algún indicio de dónde estaba y de lo que había ocurrido.

Me incorporé lentamente y algo cayó al suelo con un suave sonido metálico. Era un anillo pequeño, redondo y brillaba con un tenue fulgor metálico. Cuando lo cogí una avalancha de sentimientos me invadió. Una avalancha de sentimientos contradictorios me invadió. Alegría, tristeza, dolor, amor, pena, odio, furia, traición. Debía de ser algo muy importante para mí y con la razón por la cual estaba aquí encerrado. Miré a ver si llevaba alguna inscripción o algo, pero la poca luz que entraba por el techo era insuficiente para ver algo con claridad así busqué algún bolsillo donde guardarme el anillo en la ropa que llevaba puesta.
Era de ser muy optimista llamar ropa a los andrajos que llevaba. Una túnica manchada, descolorida y llena de agujeros, y unos guantes que habían visto tiempos mejores, amén de unas sandalias a las que apenas les quedaban tiras de sujeción. ¿Cuánto tiempo llevaba encerrado en aquel lugar?
Me guardé el anillo en un bolsillo de la túnica y continué buscando por la habitación alguna pista más. Parecía estar encerrado en un sótano. Estaba bastante mal conservado y en un estado bastante ruinoso. Necesito alguna fuente de luz para poder ver mejor. Me acerqué a un montón de piedras que había en el suelo, cogí un par de ellas y empecé a golpearlas y saltaron algunas chispas. El suelo era de un material que en su tiempo debió de ser de buena calidad aunque ahora las baldosas estaban cubiertas de polvo y agrietadas. Continué golpeando las piedras con más fuerza y cuando vi que producían más chispas, se me ocurrió una idea. Tanteé la penumbra en busca de algo con lo que poder sujetar el trozo de tela, y mis manos se toparon con un palo. Lo agarré y lo envolví con el trozo de ropa. Dejé la improvisada antorcha en el suelo y empecé a producir chispas encima de ella. Al cabo de un largo rato, por fin prendió. Soplé un poco para avivar la pequeña llama que se había producido. Cogí la antorcha y la alcé para observar mejor la habitación cuando algo me llamó la atención de ella. La miré con más detenimiento y vi que el palo que había cogido no era tal, sino un trozo de hueso, y parecía humano. De la impresión la solté y cayó al suelo, apagándose.

Me resultó sorprendente el hecho de que no lo hubiera soltado por que fuera un hueso humano, eso no me producía asco, simplemente me esperaba que fuera un trozo de madera.
Cogí el hueso y lo examiné con un poco más de detenimiento. Era un hueso humano como bien había supuesto al principio, es más diría que es el fémur por su tamaño. Por el desgaste de la cabeza del hueso parecía ser de una persona adulta y se observaban algunas lesiones a lo largo de su estructura, pero con la poca luz que entraba desde el techo era imposible averiguar más datos.

Me quedé pensando un instante. ¿Cómo podía saber yo todos esos detalles? De repente unos recuerdos más acudieron a mi mente. Estaba fascinado con el cuerpo humano, en cómo funcionaba y en cómo era su interior. Sé qué hacía experimentos con cadáveres, ¿Qué clase de persona soy?

Para averiguarlo, debía explorar la habitación con más detenimiento, así que me dispuse a volver a encender la antorcha. Estaba dispuesto a averiguar quién, o qué, soy.

Cuando volví a tener luz, me incorporé y examiné con detalle la habitación en la que me encontraba. La escena que me rodeaba era horrenda. Había montones de cadáveres por el suelo, todos ellos con signos de muertes violentas. Parecían soldados por los ropajes que llevaban, incluso alguno de ellos llevaba armadura de metal, lo que denotaba que eran profesionales, al menos una parte.
Me acerqué a examinar los cuerpos. La mayoría habían muerto de alguna estocada en el corazón, o les habían cortado la cabeza, pero alguno debió sufrir una lenta agonía por las expresiones de sus rostros o las localizaciones de las heridas. En particular, había un pobre infeliz que debió de sufrir lo indecible por su mueca de dolor. Examiné el cuerpo con más detenimiento y observé que la herida fatal era en el estómago, una muerte lenta y agónica.
Mientras continuaba mirando los cadáveres una cosa me llamó la atención. Había cuerpos que todavía conservaban carne en su cuerpo, algunos incluso apenas presentaban signos de putrefacción, mientras otros parecían llevar siglos muertos, sin ningún rastro de carne en sus cuerpos. ¿Qué clase de hechicería demoníaca e impía se habría usado aquí?.
Estaba empezando a encontrarme ansioso pero la razón no era estar rodeado de tanta muerte y tanto cadáver, es más me interesaban. El ansia me venía por averiguar lo que había ocurrido.

Volvía a centrar mi atención en la habitación. Parecía que me encontraba en el sótano de una casa, en una especie de laboratorio. Había mesas rotas y carcomidas y diverso material quirúrgico desperdigado por toda la sala. Una sensación de familiaridad me envolvió. Sabía perfectamente que me encontraba en un laboratorio. Mi laboratorio. ¿Qué clase de monstruo era para encontrarme a gusto rodeado de cadáveres? ¿Y qué clase de experimentos realizaba aquí? Y todas estas muertes, ¿fui yo el causante? ¿Algún experimento que salió mal? ¿Y por qué soy la única persona viva de esta habitación? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Debo seguir investigando aunque cada vez que descubro algo nuevo es para formularme más cuestiones, no para encontrar soluciones.

Vi una pequeña figura de una mujer encima de una mesa que milagrosamente estaba intacta, al lado de un pequeño candil. La mesa estaba en un lateral de la habitación, tenía una capa de polvo encima como si no se hubiera movido nada en lustros. La estatua representaba a una mujer de pelo castaño. Llevaba una túnica de terciopelo rojo y en la cabeza llevaba una corona, rodeada por el halo que llevan los santos.

"Santa Irene"

Ese pensamiento me vino directo a la mente. Otra cosa de mi pasado. Esa estatuilla tenía que ver con alguna mujer a la que había querido mucho, pero no recordaba quien o que podría ser. ¿Mi madre?, ¿mi hermana?, ¿mi esposa quizás? Me miré la mano. Estaba enguantada. Me quité los guantes para ver si llevaba el anillo debajo de ellos. Mis manos eran finas y alargadas con unos dedos largos y huesudos. Mis dedos apenas tenían carne sobre ellos, eran casi todo puro hueso. Pero no había ni rastro de un anillo, ni siquiera la marca de haber llevado uno. Comprobé si el anillo que se había caído cuando me desperté era mío, pero me venía demasiado grande. Cuando lo cogí para volver a guardármelo vi en su interior una inscripción dentro que rezaba:

Ich werde dich immer lieben

"Te amaré por siempre". Un anillo de compromiso. ¿Y qué hacía en mi posesión? ¿Qué le habría pasado a ella? Decidí continuar buscando alguna pista sobre quien era y lo que había pasado.

Me acerqué a la mesa para encender el candil, puesto que la llama de mi antorcha se estaba consumiendo a pasos agigantados. La dejé sobre la mesa y abrí la portezuela del fanal. Cogí el trozo de tela y lo acerqué al candil. Cuando la llama hubo prendido me concentré más en la estatuilla. Parecía que la habían estado cuidando con mucho esmero. No tenía tanta cantidad de polvo encima y apenas se había carcomido, aunque parecía como si hiciera decenios que nadie se acercaba a la mesa. Había un tintero y una pluma junto a un libro y unas cuantas hojas sueltas. También parecía que nadie los hubiera tocado en mucho tiempo. Aparté el tintero, la pluma y las hojas y le eché un vistazo al libro. Estaba abierto por la última página y en ella podía leerse:

“Estas son las vivencias de mi señor Markus Johann Zellwegger-Giovanni, antiguo miembro del linaje de Ashur. Traicionado por quien más confiaba, abandonado por un mundo que no le entendía. Ser incomprendido que sacrificó hasta su propia vida por salvar a sus hermanos. Maestro que me enseñó muchas cosas sobre la vida y la muerte. Solo espero que este diario le sirva de ayuda cuando despierte, porque sé que despertará. Y le pediré al Señor todos los días de mi existencia para que algún día encuentre la felicidad.

Sinceramente, vuestro humilde siervo:                                 Rocco Giovanni

Valencia 23 de Febrero de 1526”

Me suena ese nombre, Markus Johann Zellwegger, pero la última parte, la de Giovanni, solo me trae recuerdos dolorosos. Así que este libro debe tratar sobre mí ¿Y quién es Rocco? Debió de conocerme bien, por el respeto que me profesa
Mi mirada se dirigió de nuevo hacia la estatuilla de Santa Irene. Aún no conseguía recordar la razón por la que esa imagen era tan importante para mí. La cogí entre mis manos y la acaricié. Un torrente de imágenes y sensaciones me invadieron. Vi una mujer preciosa, de largo cabello moreno y ojos cautivadores. La mujer tenía la mano derecha extendida hacia mí, y parecía que demandaba mi ayuda. Y había dolor, sufrimiento, alegría, felicidad, pena y sobretodo odio, mucho odio. La imagen que más se repetía era la de una mujer morena pidiéndome ayuda con la mano extendida hacia mí. Había imágenes de muerte y destrucción. Y de repente todo se volvió rojo como la sangre mientras veía como la despedazaban. La estatuilla se me escapó de las manos y cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos como la mujer de mi visión, sacándome del trance en el que estaba sumido. Me metí la mano en el bolsillo y saqué el anillo. Me producía las mismas sensaciones y los mismos recuerdos que la estatuilla. Una lágrima asomó por mis ojos. Me llevé la mano a la cara para enjugármela pero algo me lo impidió. Era algo duro y metálico. Me palpé la cara con más detenimiento y descubrí que llevaba puesta una máscara. Me la quité y la observé con detenimiento. Era una máscara de metal muy simple. Con dos orificios para los ojos. Esos eran sus únicos ornamentos. ¿Cómo no me había dado cuenta antes de que llevara puesta una máscara? ¿Y por qué motivo la llevaba puesta? Más preguntas sin respuesta. Más misterio y más cosas extrañas. Decidí ponérmela de nuevo hasta que no averiguara más cosas sobre lo que me había ocurrido. Si la llevaba debía ser por algo.

Debía averiguar lo que me había pasado, lo que le ha pasado a la mujer morena de mi recuerdo, qué relación tenían conmigo la estatuilla de una santa y un anillo de compromiso. Y las respuestas parecían encontrarse ocultas dentro del libro, así que lleno de curiosidad por saber quién era y qué me había ocurrido, decidí sentarme a leerlo desde el principio.

Primer

Bueno, siguiendo el ejemplo de Chisto, voy a empezar a publicar por aquí las historietas que se me ocurran, para que las podáis leer y criticar a gusto. Por cierto, muy recomendable que visitéis el blog de Heroes di Palo. Divertidísimo